martes, 23 de junio de 2020



La antropóloga Verónica Almada cerró una secuencia de testimonios que buscó traducir los documentos del Ejército que explican cómo funcionaba la Inteligencia, la herramienta principal con la que contó el Terrorismo de Estado en la represión a la Contraofensiva de Montoneros. Almada dio un testimonio extenso, y no perdió nunca el tono amable ni la calidez que caracterizó su relato. (Por El Diario del Juicio*) 



✍️ Texto 👉 Martina Noailles

💻 Edición 👉 Fernando Tebele

📷 Fotos 👉  Gustavo Molfino

💻 Documentos 👉 El Diario del Juicio
Seis horas y varios litros de agua mineral después, Verónica Almada termina su testimonio. No hay aplausos. Porque tampoco hay público. Sin embargo, las partes del juicio, todas, le agradecen a la antropóloga por su predisposición y su paciencia. Los jueces, la fiscal, los abogados querellantes y los defensores, reconocen el enorme conocimiento de Almada sobre los reglamentos y las directivas que estructuraron la inteligencia del Terrorismo de Estado con base en Campo de Mayo. Y también su memoria, opuesta a la pila de “no recuerdo” del médico militar Gabriel Salvador Matharan, el primer testigo de esta audiencia.

“Esta ha sido una audiencia atípica”, cierra el presidente del Tribunal, Esteban Rodríguez Eggers, rozando las cinco de la tarde. No lo dice por el formato de la jornada, que debido a la pandemia obligó a todos los miembros de la querella y a una de las juezas a seguir el juicio a través de una pantalla por segunda semana consecutiva. Tampoco por las veces que debió interrumpirse el testimonio de la testigo Verónica Almada por problemas en el sistema virtual que la justicia le provee al TOFC Nº4 para realizar las audiencias. El magistrado calificó de atípica la audiencia por el “desorden” en que la joven antropóloga fue interrogada, con interrupciones constantes de cada parte, con preguntas, repreguntas y objeciones que agotan a cualquiera pero que, en el caso de Almada, respondió siempre con calma y una sonrisa. 




María Verónica Almada Vidal es antropóloga y promete decir la verdad. Se especializa en archivos y derechos humanos y trabajó en el Ministerio de Defensa en el equipo que dirigió Stella Segado, la única testigo que tuvo la audiencia anterior. Allí, Almada trabajó en la desclasificación de la documentación de las Fuerzas Armadas que sobrevivió al Terrorismo de Estado, especialmente la del Ejército. Y en particular, archivos administrativos que conservaban documentos vinculados a los derechos y obligaciones del personal de la fuerza. Durante largos años, Almada se zambulló en el archivo general militar donde analizó legajos de personal retirado y de baja, recibos de haberes, actuaciones de justicia militar, expedientes por accidentes o enfermedades y hasta boletines reservados.

“No sólo existía más documentación de lo que se presumía sino más información. Pero hallarla a través de las solicitudes del Poder Judicial era muy difícil, porque implica un gran relevamiento y un cruce de información”, aclara a poco de comenzar, detrás de unos anteojos grandes y bajo un pulover negro que oculta su embarazo de 4 meses. Y pone un ejemplo: “La justicia te pide todo lo que hubiera sobre un operativo. Pero en los archivos el operativo tal, no existe. Sin embargo, la mirada en profundidad de toda la documentación que hay en el archivo puede dar con esa información”, explica.

Almada se refiere a las huellas burocráticas que dejaron las Fuerzas Armadas, incluso de las tareas de inteligencia que desplegaron y que fueron medulares en el exterminio. Tal como queda en evidencia en los reglamentos y directivas que se encontraron en los archivos donde se explicita que “las actividades de inteligencia son indispensables en la lucha contra la subversión”.

El organigrama

Dentro de Campo de Mayo, las tareas de inteligencia comprendían cuatro estamentos: el departamento de inteligencia del Comando de Institutos Militares, el Destacamento 201, el Batallón 601 y la jefatura de inteligencia del Estado Mayor del Ejército. “El trabajo de inteligencia, tal como surge de la Directiva 211 del ‘75, implica una coordinación. Todas esas estructuras tienen vinculaciones organizacionales o técnicas que las articulan en la lucha contra la subversión”, responde a una pregunta que se repite, con distintos tonos, durante las seis horas de audiencia. ¿Había vinculación entre tal y tal área? ¿Las distintas estructuras de inteligencia podían trabajar sin hacer un trabajo mancomunado?  ¿Si un personal de estas estructuras no tenía aptitud de inteligencia, estaba al margen de las operaciones contra la subversión? ¿Puede haber algún militar en actividad entre 1975 y 1983 que diga yo no supe nada de la subversión?

“La ejecución descentralizada implica una articulación específica, no significa que cada uno hacía lo que quería o que podían no saber lo que estaba desempeñando el otro. La directiva plantea que la dirección de las actividades de inteligencia la lleva la Jefatura 2, y que el resto de las personas de las diversas estructuras, ya sea de las técnicas como el Batallón, o del propio Destacamento o el batallón de tropa de Institutos Militares, son los medios puestos a disposición para llevar adelante esas actividades de inteligencia”, detalla y continúa: “La misión del Ejército que consta en las directivas son muy concretas, y si el Ejército es una organización con un mismo fin y no personas individuales, no podía haber nadie que no supiera que el Ejército estaba en operaciones de lucha contra la subversión”.

A la media hora del comienzo, se interrumpe por primera vez la señal que lleva la audiencia a las partes que no están en la sala y, a la vez, permite emitir en directo desde El Diario del Juicio. Veinte minutos después, el juicio se reanuda. Pero a los cinco se vuelve a cortar. Finalmente, Almada logra retomar casi cincuenta minutos después, cerca del mediodía.




Al avanzar en su relato, la antropóloga explica la conformación del Comando de Institutos Militares, rescatada de un cuadro de organización de la unidad: “Los libros históricos del CIM, documentos que todos deben remitir al archivo general del Ejército, no estaban en ningún lado”.

Según aquel cuadro que sí encontraron, el Comando estaba compuesto formalmente por dos divisiones: Planes –que planifica todas las actividades de inteligencia desarrolladas según la situación- y Contrainteligencia –operaciones que se desarrollan para evitar la ejecución de las actividades de inteligencia del enemigo-. Pero, a su vez, había otra división que no aparecía delimitada como las otras: la de Operaciones Especiales (SOE). Para dar cuenta de sus tareas de ejecución, Almada echa mano a otros documentos que nunca fueron destruidos y que sirven para tirar del hilo subterráneo: los legajos del personal.

Los legajos

“En el legajo de Stigliano, por ejemplo, explica cómo se eliminaban a quienes estaban en el lugar de reunión de detenidos, que es como llamaban a los centros clandestinos de detención. Dice que se les inyectaba droga Ketalar, se los subía a los aviones y se los tiraba al mar”. El texto del represor fallecido Eduardo Francisco Stigliano al que hace referencia Almada no es una confesión ante la justicia sino un reclamo administrativo ante el Ejército que consta en su legajo. El ex jefe de la Sección de Operaciones Especiales reclamaba un retiro anticipado por las secuelas psicológicas que, según indicó, le produjeron aquellas “acciones en la lucha contra la subversión”. Su reclamo fue clave para identificar la existencia de la SOE y las acciones específicas que desarrollaba esta estructura que no aparecía asentada como parte del organigrama de Campo de Mayo.

En el expediente que se generó por un reclamo de Stigliano, se puede leer  parte de uno de sus manuales, "Los valores, la política y la definición ideológica". Con cierta facilidad, busca puntos en común entre cristianismo y pena de muerte.
El Diario del Juicio


La antropóloga también hizo referencia al legajo del oficial Martín Rodríguez, quien reclamó un ascenso y remarcó como mérito haber sido jefe de la Sección Operaciones Especiales, y el de otro oficial que en 1980 pidió un ascenso para el cual resaltó haber desarrollado operaciones militares, interrogatorios, detenciones, allanamientos y control de población también como parte de la SOE.

Según los legajos analizados, son varios los integrantes de ese grupo de ejecución que recibieron felicitaciones durante 1979 y 1980 de parte del jefe del Comando de Institutos Militares, Cristino Nicolaides. La mayoría llegaban a la SOE “en comisión” desde otras áreas de Campo de Mayo.

—¿Uno de los puntos de reunión de información era el interrogatorio? —pregunta la fiscal Gabriela Sosti en busca de ahondar en más detalles.
—Sí —responde Almada sin dudar y vuelve a sostener su afirmación en los documentos—. Los reglamentos dicen que la inteligencia se elabora a través de fuentes de información. Y el reglamento de inteligencia táctica dice que una de las fuentes de información más provechosa son los prisioneros de guerra o detenidos subversivos, y que una de las técnicas es el interrogatorio. 
—¿Existía algún reglamento donde dijera cuáles eran los medios para interrogar? —se suma la jueza Claudia Morgese Martín desde la pantalla.
—No, los reglamentos no son específicos sobre los métodos del interrogatorio. Pero el reglamento de operaciones psicológicas (RC5-2) habla de distintas formas de desarrollar estas operaciones, la persuasiva y la compulsiva. De esta última dice que son las que apelan a lo instintivo del ser humano.

Y vuelve al ejemplo de los legajos: “En varios reclamos de personas, por ejemplo, el de un oficial de apellido Puig Domenech, que estaba bajo las órdenes de Guerrieri en el Batallón 601, habla de su desempeño en la lucha contra la subversión. Dice que las tareas que tuvo que desarrollar le generaron implicaciones psicológicas y depresión, y solicita que la enfermedad sea considerada como parte del acto de servicio. Y dice: ‘Yo sé que el único medio de extraer información es el interrogatorio, pero hay que presenciar la tortura para entender lo que es’”.

Según los reglamentos, dentro de las actividades de inteligencia del Ejército se encontraban las acciones militares directas y las acciones psicológicas. Ante el pedido de mayores detalles, Almada explica: “El reglamento 9-1 de operaciones contra elementos subversivos del ‘77 dice que la lucha contra la subversión tiene 3 objetivos: reestablecer el orden, aniquilar a la delincuencia subversiva y ganar el apoyo de la población. Esos objetivos se logran a través de acciones militares directas y las de apoyo, que son las actividades de acción cívica y las psicológicas. El mismo reglamento les da relevancia a esas acciones que se tienen que realizar en simultaneo con las acciones militares directas”.

En cuanto a las acciones psicológicas, y en concordancia con lo que explicó Segado la audiencia anterior, Almada destaca sus tres públicos blancos: “internos (propia tropa), la población civil y los delincuentes subversivos”. Y para su desarrollo, el reglamento mismo explica que es de suma importancia el manejo de los medios de comunicación “estableciendo un control sobre ellos para que difundan información favorable a la fuerza”. Particularmente sobre el período 79-80, “la directiva 604-79 tiene un apartado, el anexo 10, que es el de comunicación social, que detalla las acciones a través de distintas campañas, algunas secretas. Recuerdo una dirigida a los detenidos que se llamaba ‘Pensionistas’ y buscaba desvincularlos totalmente de sus organizaciones”.




La defensa al ataque

Aunque ya interrumpió varias veces mientras le tocaba preguntar a la fiscal, llega el turno del defensor público oficial de 6 de los 7 imputados.

—¿Dentro del organigrama jerárquico, un oficial superior puede ordenarle a un inferior que, no obstante la función que figura en el legajo, realice otra tarea? —consulta Lisandro Sevillano. La testigo no entiende la pregunta. La reformula. Más que datos, el defensor parece buscar opiniones. Almada no se explaya.
—Prefiero no opinar. No lo vi nunca —acota.

Desde la virtualidad, la jueza Morgese intenta decir algo. El ruido de la sala impide que la escuchen. Sigue la discusión sobre si es opinión o información. Finalmente, la única magistrada mujer del trío que compone el Tribunal se hace escuchar.

—Se están acostumbrando a mi ausencia y eso no me gusta —lanza con ironía. Eggers no la deja pasar.
—Está más presente que nunca, doctora —sonríe.

Las interrupciones de uno y otro lado, fuera y dentro del salón real, se multiplican. “Parece un coloquio”, dice uno. “Cuánta caballerosidad”, exclama otro. Las chicanas tampoco faltan.

De traje claro, Hernán Corigliano hace algunas preguntas puntuales a la testigo. Es el abogado de Norberto Apa, condenado a prisión perpetua en otra causa, pero en domiciliaria. Entre los documentos desclasificados figura una felicitación por su tarea realizada como jefe del Destacamento de Inteligencia 201.

—¿Los reglamentos son normas autónomas? —abre su turno Corigliano.
—Son las bases doctrinarias del Ejército y están interrelacionados y articulados entre si —le aclara Almada.
—¿Pero usted en los años que estuvo en el Ministerio de Defensa estudió todos los reglamentos? —la apura el abogado.
—Sí, prácticamente todos —dice la antropóloga.
—Porque sólo para el Reglamento RC330 hay un curso específico de 3 años…

Nuevo revuelo de objeciones en la sala. Almada intenta explicar que para su trabajo analizó decenas de veces cada reglamento. Sosti se enoja. Corigliano gesticula sentado en la punta opuesta. Sevillano va y viene con su computadora portátil porque la batería le dura poco.

Pablo Llonto, abogado querellante, pregunta sobre un párrafo que está en el legajo de Apa. Apunta a un reclamo por un problema auditivo producido, según consta en el documento, por volar en un avión “Twin Otter” con destino a Paso de los Libres “respondiendo a una orden del servicio según consta en la orden de jefatura”. Llonto le consulta a Almada qué significa esta última parte. Mientras indica que ese tipo de aviones se usaron para tirar personas al mar.

Corigliano se enoja. Repregunta: "¿Usted sabe cuántos aviones tenía el Ejército? ¿Para qué los usaba el Ejército?".

Son casi las cinco de la tarde y Almada lleva unas seis horas sentada frente el micrófono. Nunca perdió la sonrisa ni la paciencia. 

*Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardiamedio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguinos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com

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