lunes, 9 de marzo de 2020




En esta audiencia se volvió a escuchar la voz de una hija. Victoria Ferré fue testigo por su padre, Ernesto Ferré Cardoso, que fue secuestrado y desaparecido durante la segunda Contraofensiva de Montoneros. Victoria habló de cómo fue sobrellevando su familia las desapariciones, ya que su madre también había sido secuestrada con anterioridad. En su paso por el juicio, dejó reflexiones en torno de ese proceso siempre difícil y a la vez único, de encontrarse con la verdad. Destacó el valor de esta etapa judicial y la resaltó como una chance para poder poner en palabras el dolor y las reflexiones consecuentes. (Por El Diario del Juicio*) 

✍️ Texto 👉 Fernando Tebele 
💻 Colaboración  👉 Braulio Domínguez/Valentina Maccarone/Giselle Ribaloff
💻 Edición 👉 Diana Zermoglio
📷 Fotos 👉  Gustavo Molfino


Es veloz el paso de Victoria hacia la silla de las y los testigos. Apoya primero las fotos y los documentos sobre la mesa. Arma tres pilas, una al lado de la otra, que ocupan todo el espacio. Su cartera marrón ya está en el piso. Acomoda el micrófono antes de que el juez Rodríguez Eggers le diga, como a todas las personas que pasan por ese lugar, que se acerque bien porque “todo queda grabado”. Se le nota la ansiedad. No es para menos. Arranca advirtiendo, casi a modo de disculpas, que su aporte probatorio quizá no sea importante para la causa. “Es muy probable que de lo que yo pueda contar hoy no se saquen grandes datos. Yo no puedo aportar grandes cosas nuevas que ya no se hayan dicho durante el transcurso de este juicio, donde ya han declarado muchísimos que hasta seguramente conocen más detallada o fácticamente los hechos que terminaron haciendo a la desaparición de mi padre. Yo vengo un poco a contar lo que sé de ellos”, dice con su hablar pausado y un temblor en la voz que parece mixtura de emoción con nerviosismo. Es probable que se equivoque cuando dice que no aportará demasiado. En este juicio, del que ya podría decirse sin timidez que es un hito dentro del proceso de Memoria Verdad y Justicia, ha quedado expuesto que los aportes de las hijas e hijos son más que necesarios. Conserven o no recuerdos de sus infancias, la impronta tan reflexiva como emocional que han aportado será parte de la resolución jurídica que, todo indica, va hacia la condena de los imputados. Apenas pasó un minuto del comienzo, y se nota que la emoción tal vez desbordará la sala esta mañana donde el suyo será el único testimonio.
“Mi madre y mi padre son desaparecidos, y la historia de ellos es mi historia. Forma parte de la historia que termina sucediendo, y los hechos de por qué volvió, y cómo volvió... y su militancia, sus anhelos, sus sueños y sus ganas de volver al país, de estar acá... y que nunca se pudieron concretar, de volver a estar con nosotras. Yo digo nosotras, voy a hablar en plural muchas veces —aclara— porque somos dos hijas de Ernesto. Mi hermana Ana y yo. Declaro yo, y acá los tengo a los dos: a María Victoria Salgado, que es mi mamá, y a Ernesto Ferrer Cardoso, que es mi papá”, señala, mientras une con palabras la secuencia de sueños perdidos. Victoria apoya su mano derecha en la foto de su madre. La izquierda queda para su padre. Exhala con fuerza en el medio del nombre de su padre. Ernesto —pronuncia y larga una bocanada de aire— Ferré Cardoso.
Cuenta que Ernesto y María Victoria se conocieron en la Facultad de Derecho. Él había nacido en Rosario y ella en General Roca, pero Buenos Aires y la agitación de aquellos años propiciaron el encuentro. “Cada uno ya tenía tránsito en un camino de militancia y de compromiso político y social en sus colegios secundarios. María Victoria en (General) Roca. Papá acá, en la Facultad, ya tenía una militancia más orgánica. Fue representante de la Juventud Universitaria Peronista en Derecho”, repasa. Se casaron en mayo de 1976: “Ya después del golpe de Estado cívico militar del 24 de marzo de 1976 ellos ya formaban parte del movimiento Montoneros. Estaban comprometidos totalmente con la causa y no pudiendo hacer una vida totalmente normal, porque ya estaban perseguidos”, narra.

Desde niña, flores en el río

“Todas estas cosas que puedo nombrar un poco ahora, las reconstruyo a través de cartas de mi madre hacia su madre, mi abuela”, dice Victoria, con su amplia camisa blanca de mangas atravesándole los codos. También resalta el rol de compañeros y compañeras con quienes su papá y su mamá compartieron el camino político y también la vivienda. “Yo voy creciendo y voy conociendo un poco, tomando contacto con personas que compartieron la militancia con mi padre, y tratando de entender un poco en la búsqueda de quiénes eran ellos, y cómo eran, qué les había pasado, qué decisiones habían tomado, y cómo habían vivido todos esos años siendo tan jóvenes ellos. Me van contando estas cosas que vivieron con ellos un tiempo”. Hasta que en octubre de 1978 tienen que “levantar” el departamento. Victoria recoge su pelo con ambas manos y desnuda su rostro por completo. Está por contar la caída de su mamá. “Cuando levantan el departamento primero se van mis padres. Nos dejan a mí y a mi hermana con mis abuelos paternos. Ya ellos con la decisión y la necesidad de salir del país, y de salir todos juntos. Mi papá tenía una cita, llama por teléfono a su contacto, y en esa conversación, por algo que ese contacto le dice al final, él entiende que esa cita estaba cantada y que no debían ir, y mi mamá, en esta decisión o en este querer irse del país y querer salvarnos y sacarnos, va igual junto con un compañero, Fernando Prieto. Su auto es interceptado en los alrededores del Policlínico Bancario. Es ametrallado por un camión. Yo siempre leí, creí, me dijeron que era del Ejército. Puede haber sido la marina, depende de los testimonios que hay. Levantan los cuerpos de ellos muertos y nunca supimos nada más de mamá. Eso fue el 15 de diciembre de 1978”. Acompaña con sus brazos cada palabra, como si tuviera que impulsarse a sí misma para hablar. “Creemos que los cuerpos de ellos fueron llevados a la ESMA. Cuando yo crecí, en esto de crecer con toda esta historia, un poco en las nubes también, sabiendo que las cosas son así, que es así... pero crecer sin los datos y con el tema constante y presente en la cotidiana de mi vida, para mí, mi mamá, desde que yo soy chica, estaba en el río. Y yo iba al río y tiraba flores. Entonces en la familia eso es lo que se supo, o se cree, o se pudo llegar a conocer por esto de que se cree que bajaron estos cuerpos. Hay testimonios que indican que el cuerpo de Fernando Prieto fue bajado de un camión en la ESMA, teniendo en cuenta que habían sido interceptados juntos, esa es la manera de llegar a esa conclusión”.
Vuelve a exhalar al micrófono. Luego toma aire, llena sus pulmones, y cuenta cómo su padre consiguió salir del país.

Las cartas sobre la mesa

Ernesto Ferré Cardoso consigue salir del país. La manera de reconstruir estos datos, siempre tiene que ver con comunicaciones. Las cartas, otra vez, juegan un rol destacado en este juicio. “Mis tías lo ayudan. Sale, creemos, por Uruguay y llega a Brasil. Tengo carta de la mujer de Fernando Prieto, Estela, una carta de 1981, o sea tres años después del asesinato de Fernando y de mi mamá, y posterior a la desaparición de mi papá. Ella se pone en contacto con mis abuelos y les dice: ‘Tardé mucho en encontrar su dirección y poder escribirles esto, pero me enteré de lo de Ernesto y quería ponerme a disposición de ustedes para cualquier reclamo o dato que necesiten. Yo estuve con Ernesto en un encuentro muy triste en Brasil, un encuentro muy triste porque yo soy la esposa de Fernando Prieto, quien estaba en el auto con su compañera, María Victoria’”. El juez le pìde la carta: “Ya te la devuelvo”, la tranquiliza. “En la familia siempre se dijo que estuvo en México y en España. Lo de España se sabía, tengo dos postales que nos envió a nosotros, a sus padres, fechadas en mayo del ‘79 una, la otra no tiene fecha, en las que manda saludos y habla de que está en España, en la madre tierra, y manda saludos a sus hijas muy amadas, a sus padres y a su hermana Peto”, a quien había cuidado durante una enfermedad en su adolescencia.

Familias trastocadas

En su lenta caminata de palabras, Victoria cuida cada paso. Sobre todo cuando se refiere a su crianza y a los roles familiares. “Para mí, mis abuelos nos criaron; para mí, mi abuela me crió como una madre o cumpliendo el rol de una madre, y las tías abuelas el rol de abuelas. Cada lugar en la familia estaba un poco raro”. A través de esas tías abuelas, pudo confirmar el paso por España y México, porque mantuvieron algunos contactos telefónicos. En su testimonio, siempre vuelve a citar las fuentes de quienes le ayudaron a armar el rompecabezas, del que siempre queda alguna pieza sin ubicar. “Recuerdo haber encontrado cartas que tenía mi abuela en su casa. Después, cuando uno va creciendo, va leyendo y se va informando o va buscando datos y empieza a reconstruir un poco más. Esto lo digo porque no es que lo puedo saber de que me contaron que fue así, así y así —repite— es información que uno va construyendo, es un gran rompecabezas”.

—¿Qué decían esas cartas? —pregunta la fiscal Gabriela Sosti.
—Las cartas son de Ana María Avalos de Cabilla. Llegan a partir del año 1981 con toda la lucha y búsqueda de ella por su hija de 16 años, Verónica, y ella lo que hace constantemente es estar diciendo “estamos buscándolos, Ernesto formó parte de este grupo creemos que las cosas sucedieron de esta manera”. Ya se habían publicado las declaraciones del General Nicolaides y ella también, en base a todo eso, tenía muy bien armado la explicación como para llevar a los familiares, como haciéndose cargo de transmitir lo que sucedió. Le pide también a mis abuelos que se sumaran a la búsqueda, cosa que de parte de mis abuelos maternos, no sucedió. Tanto como cuando fue la desaparición de mi mamá como la de mi papá, sí están las denuncias hechas en el CELS, en la CONADEP, en el Serpaj. Sí se hicieron esos reclamos, pero después no se continuaba con el compromiso en esta búsqueda de verdad ni con el reclamo, pero ella los instaba a sumarse.

El miedo

La voz de Victoria se va quebrando cuando habla del temor que circulaba por la casa en la que fue creciendo con sus abuelos. “Yo siempre sentí culpa porque de más chica no me comprometi con esta búsqueda o no formé parte de la búsqueda que muchos otros hijos sí hicieron para encontrar la verdad y la justicia por nuestros padres”, confiesa, “yo sentía que no podíamos nosotras contradecirla en eso de no te metas más, o no vayas más allá, porque había miedo... la sensación es esa”. Recuerda cómo fue la convivencia con su abuela. “Pocha era mi abuela paterna con quien yo me crié. Siempre era de marcar la cancha, tener cuidado y de no fomentar en nosotras una idea política y nosotras crecimos así”. Pero va más allá y la angustia se abre paso cuando habla de su abuela/mamá: “Nosotras tuvimos una infancia muy feliz, muy feliz —remarca— con mi hermana, alegre... y a la vez este tema estuvo siempre, y esta tristeza, este dolor y esta ausencia estuvo siempre... Yo cuando crecía volvía para atrás y hablaba con Pocha de un montón de cosas y recordaba con alegría”. A la vez, sabría después, había en su abuela una angustia interna que no les dejaba ver. “Me ufanaba de conocer muy bien la Ciudad de Buenos Aires porque Pocha nos sacaba mucho a pasear en colectivo. Yo pensaba que era porque no teníamos plata, cosa que también era cierta, me crié con una jubilada, y hacíamos recorridos en colectivo de punta a punta. Pocha nos mostraba y nos decía que miráramos para arriba y nos decía ‘ahí está el Palacio Barolo y ahí está la cúpula tal… porque Buenos Aires es hermosa’. Y de grande, hablando con ella, entendí y me dijo: ‘ustedes iban mirando para arriba, pero yo iba mirando para abajo’, porque iba buscando a mi papá…”. Victoria la justifica: “Sintió que no podía hacer las dos cosas: si ella seguía buscando a su hijo no se iba a poder hacer cargo de las dos nenas. Yo tenía 9 meses y mi hermana tenía 20 meses cuando nosotras llegamos a su casa, ella no se iba a poder hacer cargo de criarnos a nosotras, porque su dolor y su desesperación iba ser tal que no podría. Ella no se pudo conectar nunca con ese dolor y esa desesperación hasta que nosotras fuimos grandes. Ella me dijo que tenía un mandato muy fuerte de mi mamá. Yo siempre digo: en mi casa se hablaba más de mi mamá que de mi papá, y eran mis abuelos paternos pero se hablaba más de ella”.

Es este juicio

Repite el gesto de retirarse el pelo de la cara. Luego se toca la piel, metiendo su mano por debajo de la camisa apenas desabotonada. “No aparecimos antes, fue este juicio, fue este momento. No sé si es llegada o un punto de partida para mí estar hoy acá, y el año pasado cuando se inició el juicio y hubo muchos momentos que podía declarar…”, reconoce. Le asigna un rol importante a la muerte de su abuela, otra vez marcando el rumbo Pocha, esta vez por ausencia. “Fue un año muy particular con la muerte de mi abuela también. En un momento dije:  ‘si no es ahora nadie va a hablar de ellos nadie va a hablar de él’. Sus compañeros lo deben haber nombrado, pero nadie de su sangre va a hablar de él, y este es el momento”, asegura.
Victoria repasa sus momentos de enojo con los padres, situación dura por la que en general han pasado los hijos e hijas de personas desaparecidas. Con el cuidado de cada paso, piensa y elige las palabras, pero no esquiva caminar por allí, a pesar de los baches y las baldosas flojas. ”Yo de chica me peleaba mucho con la dimensión histórica de ser una hija de desaparecidos, porque me parecía que el nombre era muy grande. Me peleaba con la idea de los 30 mil. Decía: ‘yo quiero a estos dos, a mí me  faltan ellos, no los otros’. Me costaba aceptar, entender e incorporar esta dimensión histórica que mi historia también tiene, pero pude aceptarla en un punto y también abrazarla cuando conocí más de ellos, cuando pude leerlos y conocer testimonios de quienes militaban con ellos en ese momento, de la alegría con la que lo hacían, de la convicción con la que lo hacían, de que estaban seguros de que era la manera de dejarles y dejarnos, así lo dice mamá —aclara— un lugar mejor a nosotras y a todos en nuestro país. Ahí pude tomar dimensión y decir: alguien tiene que estar, alguien tiene que hablar, pero no hablar por él, no sé qué estaría diciendo si estuviera hoy acá... yo vengo a hablar de él y de nosotros y de los que nos pasó a nosotros, para los que vengan y para mis hijos, mis sobrinos y nietos. Es acá el momento de dejar un registro de todas estas cosas. De lo que sabemos, de lo que pasó, de sus compañeros, de su militancia, de su pasión y que no quede en un diario íntimo. Es un registro para todos y creo que este juicio es eso. Para que mis nietos y mis hijos puedan conocer qué pasó con su abuelo, que puedan recurrir acá y encontrar esas respuestas de todos los que lucharon para trabajar y llegar hasta acá”, suelta con lucidez. La fiscal Gabriela Sosti consigue entenderla y sigue en esa línea.

—¿Pudiste hablar con algún compañero de militancia de tu papá sobre cómo era él, qué pensaba, qué soñaba?
—A mí me da mucha alegría. De él se aparece un adjetivo que lo repiten gente que no se conoce entre sí: "yo conocí a tu viejo y era una persona muy afectuosa, conocí a tu viejo y me acuerdo cómo las cuidaba, y las quería y lo afectuoso que era con ustedes", lo dice también mi mamá en una de las cartas —señala.

La alegría y la tristeza

Entre cartas y otros objetos preciados de su papá y su mamá, Victoria remarca un libro con dedicatoria “en donde figura una frase, que también figura en una carta de mi mamá un tiempo antes y en la que ellos hablan de eso, de la alegría, y de que sus nombres nunca sean asociados a la tristeza. Los dos repiten esa frase, y a mí me consuela saber que tanto dolor y tanta crueldad que tuvieron que vivir, ellos la vivieron con alegría. Era su vida, era su sueño, eran sus anhelos, sus búsqueda, sus creencias, sus convicciones, y era ése el camino que ellos buscaron y encontraron para llevarlo adelante”, comparte emocionada. El abogado querellante le consulta por el parentesco con el dibujante Manuel García Ferré: “Sí, era primo hermano de mi papá. Había llegado a la Argentina escapando de la Guerra Civil española. Una de estas tías abuelas estaba casada con un militante de allá. Fueron los últimos en volverse. La familia de mi papá era de Almería, un pueblo de Andalucía, al sur de España. Con ellos se vino mi abuelo, que le dio una mano grande para instalarse acá. Mi tío estudió arquitectura un tiempo y después se dedicó a ser dibujante y a estar en revistas argentinas, La Anteojito por ejemplo. Tuvo una presencia muy importante en mi vida porque nosotras vivíamos con una jubilada en la década menemista, y si mi tío no hubiese estado con su apoyo y con su ayuda, no hubiera sido posible para Pocha educarnos y alimentarnos. Siempre estuvo presente”.

—¿Sabés si con la fama que tenía pudo averiguar algo con lo ocurrido con tu papá? —indaga Llonto.
—No, en casa siempre estuvo esto de que Manolo, así le decíamos, ayudó a papá a salir; pero averiguar más, no. No sé hasta dónde habrá podido o no, nunca hablamos mucho de ello con él. Era una persona mucho más grande que yo, pero que formó una parte importante en mi crecimiento.

Pasada la hora de testimonio, se acaban las preguntas. Hernán Corigliano, abogado defensor de Norberto Apa, el único genocida con condena anterior en este juicio, intenta indagar sobre el rol de Ferré Cardoso en Beirut. Resulta infructuosa su estrategia. Los compañeros y compañeras del Chino, como lo conocían, recuerdan su rol como instructor en El Líbano. Victoria elabora un cierre. Como todo lo que ha contado de su historia, es una mirada, un recorrido familiar que quizá resulte ajeno a unas familias, pero parecido en algunos otros casos. “Yo antes de venir pensaba mucho en los imputados. Pensaba en ellos por diferentes cuestiones, que no tienen que ver ni con la militancia. Me he cruzado y he compartido espacios con militares genocidas, con sus familiares. Y ahora pensaba en eso. Y en lo que una quisiera, o buscaría o necesitaría. No quiero para nada más que lo que la justicia tiene para darles. No hay en nosotros, ni en nadie que yo voy conociendo en este camino, deseos de venganza o de revancha. Me apena mucho no saber la verdad. Saber que de parte de ellos no va a haber ninguna verdad, no me van a devolver el cuerpo de mi papá o de mi mamá. No me van a devolver el saber qué pasó en ese momento, el cuándo, el cómo. Me parece muy triste que la verdad haya tenido que ser reconstruida por los que la sufrimos, por las víctimas. Una tiene una relación muy particular con la muerte. Pocha siempre me enseñó que la muerte era parte de la vida y que a los muertos no se los llora, se los vive, se los honra. Ella no quería velorios, ‘Crémenme, nada más’. A mí un cementerio no me dice nada, un cuerpo no me dice nada. Yo hablo con mi abuela todos los dias, escucho su voz todos los días porque tenía un vozarrón impresionante. Pero con mi viejo no puedo darme ese lujo de decir no me importan sus restos. No me puedo dar el lujo de decir ‘no voy a llevar una flor, los encuentro en otro lado’. Porque no sé dónde están. Eso me apena muchísimo. No poder dar esa respuesta. No haber podido responder a mis hijos, más fácil y más directamente, qué pasó con el abuelo. Yo tengo dos hijos, de 13 y 10 años, y un día se dieron cuenta de que le decían abuela a Pocha y yo les decía ‘pero ella es su bisabuela’. ‘¿Y qué pasó con tu papá?", ‘Ya te voy a contar’... De toda esta historia mía que yo viví, la parte más difícil fue contarles a mis hijos qué les había pasado a sus abuelos y tardé... Ellos me lo reclamaban y yo no se los decía. Yo siempre lo supe y en mi casa la palabra desaparecido era común”. Tan común como su nombre, Victoria, que encierra la paradoja que evidentemente enfrentaba a muchas personas en aquel momento: nombrar a sus hijas con ese sueño que no alcanzaron a ver.


*Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardiamedio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguinos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com

2 comentarios:

  1. UN FUERTE ABRAZO, GRACIAS POR TU TESTIMONIO . YO TAMBIÉN QUERRÍA SABER QUE HICIERON CON MI PEQUEÑO QUIJOTE, JORGE , MI HIJO .

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